BRILLO

SMITHE: FISURAS DE LA MATERIA.

Una delgada apertura en el muro apenas deja pasar la luz del otro lado. No es lo suficientemente ancha para dejarnos ver con claridad lo que hay más allá, pero sí para darnos cuenta de que hay algo que ignorábamos y que el espacio en el que existimos no es el único. Ese pequeño agujero hace que el sólido muro que nos encerraba bajo una aparente uniformidad se derrumbe por completo. ¿Qué es real?


Fisuras de la Materia es la primera exposición individual de Smithe en Celaya Brothers Gallery. Se trata de un cuestionamiento de la percepción propia, de aquello que creemos verdadero. El artista, siguiendo el interés por la condición humana que lo distingue, nos confronta con la locura. Cada una de las obras que componen esta exposición es una representación gráfica de un cuadro psicótico en el que el paciente sufre un quiebre y pierde el sentido de lo real. Su mundo interior y exterior se diluyen, formando uno distorsionado o, incluso, uno totalmente ajeno al nuestro. Se experimentan delirios en los que el espacio se duplica (Paramnesia Reduplicativa), los rostros se vuelven irreconocibles (Prosopagnosia) o se cree putrefacto al propio cuerpo (Síndrome de Cotard). Estos trastornos hacen visibles las pequeñas grietas dentro de la mente que conducen hacia planos que de otra manera quedarían latentes; brechas por las que se puede materializar lo desconocido para explorarlo.


No se trata de un estudio clínico ni de una generalización, sino que se toma como inspiración la posibilidad de otras realidades. Fisuras de la Materia es una interpretación artística y singular orientada hacia lo otro, empática con formas de ser en las que se puede alcanzar otro cuerpo, otro espacio y otro tiempo. Con esto, y mediante una alienación radical, Smithe nos reta a adecuar nuestras representaciones, a reconsiderar nuestra interpretación de "lo normal".


Un día, un chico que vivía en una de las delegaciones más peligrosas del D.F., Iztapalapa, comenzó en el bonito arte de rayar, junto con sus amigos de secundaria, cuanta pared se le pusiera enfrente. Como un acto de iniciación en el street art, su hermano lo nombró Smithe.


Sin saber el monstruo que habían creado allá en las paredes del Cerro de la Estrella, San Lorenzo, Santa Cruz y Presidentes, este chico comenzó a realizar cosas más y más interesantes en el campo de la ilustración. Hasta que un día, Luis Enrique (así le puso su mamá), dejó el barrio para viajar a Bélgica. Y tras esta aventura, unos años esperando entrar a la UAM y tiempo invertido en agencias basura, pasó a ser uno de los ilustradores más importantes de México.


Luis Enrique comenzó a pintar desde muy chavito en todos sus cuadernos, pero fue hasta la secundaria que su acercamiento con el graffiti se dio. "Mi chamba habla mucho de donde viví los primeros años de mi vida (Iztapalapa), porque quizá la necesidad y las permisiones que daba el barrio (ir a pintar y pegar cosas fácilmente) me ayudó a estar al día y crecer en mi forma de trabajo. Iztapalapa fue donde aprendí a usar los utensilios del graffiti. Fue mi lugar de entrenamiento".


A los 17 años, ya con el bachillerato listo y con planes de entrar a la universidad, Smithe hizo su examen. La mala noticia: no se quedó. Con muchas horas libres y la gran pregunta del millón, "¿qué voy a ser de grande?", él se puso a pensar, pensar, pensar -esto le llevó casi un año- hasta que decidió dedicarse al dibujo. Su opción fue la ilustración y no lo que venía haciendo por años. "Quise salirme del graffiti tradicional y no pintar al rapero triste como Snoop Dogg o 2Pac".


Como la inspiración tenía que venir de algún lado, Smithe recurrió a links y blogspots, entre ellos ekosystem.org, donde se subían fotos de los trabajos que se hacían en las calles de diversas partes del mundo. Esto le inspiró a hacer, con papel américa, engrudo hecho por él y botes de pintura acrílica, sus primeros trabajos o stencils que llevaban la leyenda Suave y la figura de un conejo.


Con el tiempo, sus temas y formas de trabajo fueron evolucionando. De tipografías con las que quiso pintar las frases más chingonas del álbum Fever to Tell de The Yeah Yeahs; y de los stickers que iba poniendo en las calles, pasó a trabajos más detallados con vectores en flash (sí, lo miraron raro) que formaron parte de revistas como Gorila y Slang. Sus temáticas han sido variadas: cajas con rostros felices, Santas Claus, muñecos con ojos de cruz y ahora cuerpos fragmentados. Sobre este gusto, Smithe nos platicó: "Tenía una enciclopedia automotriz que era de puras naves viejas, pero me gustaba mucho cómo fragmentaban las partes de los autos. Eso era lo que me gustaba, el manejo de las perspectivas que luego yo traté de llevar a partes de uno mismo".


En los tiempos del Fotolog, Smithe con un amigo, creó L20 (el dúo). Su día a día era pegar stickers y logos, tomarles foto y en seguida subirlas a la red. "Los mugrosos del barrio", como se hacían llamar, iban disfrazados de godínez para despistar a los policías y pegar, sin interrupción alguna, sus mini piezas. En los casi tres años a los que se dedicó a esto, Smithe se dio cuenta que lo suyo no sería trabajar en una oficina. El destino le jugó una broma, y después de entrar a la UAM -duró dos semanas- pasó a chambear en una agencia con todo y jefe.


“El hecho de que las marcas empezaron a ver la ilustración y el freelance como escaparate para las agencias fue algo muy importante para mí. Creer en ti mismo hace que los clientes o las personas interesadas se den cuenta que haces cosas pro. Salir del barrio me hizo también darme cuenta de lo que pasaba más allá, me ayudó a creer en mi trabajo. El primer viaje que tuve yo solo me hizo pensar que sí puedo vivir de esto y que no necesito de un jefe o de una empresa que esté respaldando mi trabajo”.